La complejidad de ser un adolescente cuarentenscente
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En una familia que está buscando nuevamente su equilibro, ¿qué lugar tienen las emociones de los niños y adolescentes? Son muchos los procesos que una familia atraviesa en un contexto como este y muchos temas que son necesario analizar, pero quisiera enfocarme solo en las emociones y dentro de ellas, elijo profundizar en la función del miedo: ¿cuál es su función? Cuando el miedo está presente no hay negación de la situación, es el primer paso para la aceptación. Cuando hay mucho miedo, quizá los pensamientos están muy centrados sobre el futuro y hace falta enfocarnos un poco más en el presente. Es difícil pero positivo encontrar el valor en el miedo, pues refleja que estamos justamente en un proceso de acomodación.
Este miedo, en ocasiones puede venir acompañado de tristeza y es usual que ambas emociones coexistan. Si identificamos y reconocemos que nuestros hijos o hijas están tomados por la tristeza, es importante registrarlo y darle lugar a ese duelo, vivirlo y permitirle que lo sienta porque nosotros estaremos con ellos para contenerlos.
Las emociones necesitan ser validadas, puesta en palabras y contenidas y así puede que lleguemos a un proceso de madurez de la emoción que si bien se alimenta del sufrimiento también pueden ser un elemento muy funcional donde se ponen en acción todos nuestros recursos.
El registrar emociones incómodas en nuestros hijos, como el miedo, la tristeza o la ira es parte de reconocer la realidad de lo que viven y con una realidad como esta, con pérdidas tan constantes y en muchos casos permanentes, existe una gran coherencia en sentirlas.
Cuando el mundo se puso en pausa, se detuvieron también los rituales, los cumpleaños se dejaron de celebrar con amigos, el día de la madre lo vivimos sin los abrazos de siempre igual el día del padre, los fines de semana se quedaron sin ver el mar. La escuela no volvió a ser la misma ni tampoco los juegos. ¿cómo me conecto con la sensación de pérdida constante? ¿cómo espero que mi familia funcione en relación a estas pérdidas?
Los rituales son muy importantes para la mente. Es importante preguntarnos ¿qué rituales reinventaremos en familia? ¿cómo se sienten mis hijos o hijas al tener que asumir estos cambios? ¿cómo manejaremos los cierres, los rituales de tránsito o la imposibilidad de no poder tener algunas “primeros veces”.
¿Qué posibilidades tenemos como familia en un contexto tan complejo?
La posibilidad de una conversación transformadora. Marcelo Pakman se pregunta: “¿Cuál es el recurso ético disponible en esos momentos de cambio en los que nuestras hojas de ruta no sirven a su propósito? La vida en general y la vida familiar en particular están puntuadas por encuentros y desencuentros donde se presentan dilemas que deben ser reflexionados en el hogar”. En la cotidianidad de nuestra casa, ocurren eventos, que generan conversaciones transformadoras que son oportunidades maravillosas para educar en los principios de vida que anhelamos. Una situación como esta nos obliga a tener conversaciones con nuestros hijos que hagan la diferencia. Como padres y madres debemos asumir la responsabilidad de poder dialogar, por ejemplo, sobre; la muerte, la vulnerabilidad, las emociones, sobre sexualidad, sobre la crisis y sobre todo sobre cómo decidiremos vivir como familia estos momentos de crisis.
Existen dos componentes que no deben faltar en la relación con nuestros hijos, sobre todo en momentos como los que estamos viviendo: La escucha y La Presencia.
La escucha es una invitación al vínculo. Debemos escuchar con el cuerpo, con nuestra mirada, con nuestro tono de voz mostrando involucramiento. Implica tener curiosidad por lo que nuestros hijos e hijas sienten, hacen, juegan y dicen.
La presencia, es una invitación al encuentro que acoge. La presencia es querer estar, desear el encuentro en donde podamos encontrar una manera de poder colaborar y participar en nuestro intercambio de los diferentes puntos de vista.
La familia es un organismo vivo, es ese espacio amoroso, donde decía Humberto Maturana, surgió el lenguaje. La palabra, la conversación y la escucha son las herramientas más maravillosas que tenemos y debemos ponerlas en práctica sobre todo en momentos como los que vivimos.
Ser padres en este contexto supone ser los padres que éramos antes de la pandemia, pues nuestra función y nuestro rol no ha cambiado. Ciertamente, se ha complicado con la convivencia, pero la convivencia puede también ser el espacio de encuentro emocional que más necesitan nuestros hijos e hijas.
Recursos y estrategias
“No son los sistemas los que tienen problemas, si no los problemas los que determinan sistemas”
Harleen Andersen
Desirée Castaman
Psicóloga
Colegio Áleph
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