Pensaba estos días en la película La Vida es Bella, en la que un padre crea para su hijo un escenario paralelo para protegerlo de la tragedia del holocausto. El personaje convierte el drama en un universo de juego donde su hijo, cómplice del padre, entra en el teatro creado para él y asume su rol dentro de la obra.
Muchas familias están lidiando con una coyuntura que no solo implica el aislamiento, sino la pérdida del empleo, el desbalance de su salud emocional y el miedo a la enfermedad. No es el holocausto, pero sí una situación nunca antes vivida por nosotros. Los niños observan, solicitan atención, te dicen “mami, mírame”, pidiendo ocupar un lugar en nuestra mente ocupada y angustiada.
Y vuelve la Vida es Bella a mi mente, el derecho que tienen los niños a que protejamos su mente, sus lugares de escape, su imaginación, para seguir construyendo una relación de confianza con el mundo, de proyección positiva frente a una vida que ya es compleja y desafiante en sí misma.
Qué estoy haciendo como mamá para crear ese escenario paralelo, que no es fingir, sino jugar a que existen otras posibilidades, inventar otras realidades que, por qué no, también son verdad y pueden ser la realidad.
Cómo cuidamos a los más pequeños. Quizá estos días deba ser ayudarlos a mantener la ilusión, no dejar que se rompan por dentro. Y para eso está el juego, el “qué pasa si” y nuestra capacidad para renunciar a nosotros mismos y poner por delante a nuestros hijos. Es un ejercicio que requiere suspender nuestros supuestos sobre lo que una buena vida significa y entender qué es la vida para los niños.
¿Qué vida necesitan en este momento? Probablemente una de calma, de cariño, suavidad y aliento, una de juego donde haya espacio para reír sabiendo, porque ellos lo saben, que las cosas en el mundo son difíciles.
Saber que nosotros, los adultos, estamos postergando, por ratitos, nuestra propia tragedia, les sirve a ellos de modelo, les estamos regalando una estrategia que tomarán prestada, ojalá, en el futuro. Podrán decir, la Vida Es Bella, o puede serlo incluso en la adversidad. El juego de pretender, uno que nos ha salvado más de una vez como humanidad, será una herramienta para apelar a la propia creatividad emocional, una que necesitamos para ser personas.
Identificar la belleza de la vida parece estar, estos días, en nuestras manos. Es una alternativa que podemos tomar o dejar. Mi intuición es, que para que los niños salgan bien parados de este mes de aislamiento, nos necesitan. Necesitan que sus padres jueguen, como el padre de la Vida es Bella, a que este mundo es lo suficientemente bueno.
¡Les mando un abrazo muy grande a todos!
Fiorella De Ferrari